miércoles, 23 de marzo de 2011

Mons. Romero Otro Santo Salesiano

Cada año, alrededor de los meses de febrero y marzo, dedico unos días a releer la bibliografía disponible sobre Oscar Arnulfo Romero y también sus escritos. Comencé no hace mucho la relectura que Jesús Delgado Acevedo, sacerdote de la Arquidiócesis de San Salvador y Vicario Episcopal hace sobre los apuntes espirituales y el diario personal que Oscar Romero escribió durante sus años juveniles como estudiante migueleño del Seminario Colegio Pío Latinoamericano de Roma allá por los años 1938 – 1943.

Comencé la lectura por curiosidad y terminé fascinado por el gracioso misterio que revelan sus páginas a través de la investigación de Jesús Delgado. Tres reflexiones antes de zambullirnos en el tema:
- Una característica de los santos es su universalidad, no son personas para unos o para otros en particular sino modelos de vida cristiana para toda la comunidad humana sin perder su carisma particular.
- Los santos no son perfectos.

En función de esto los cristianos reconocemos en ellos la acción de Dios y no su perfección personal. No debemos idealizarles sino admirar la gloria de Dios en sus personas, imperfectas y pecadoras.

-La salesianidad no es un patrimonio de San Juan Bosco (¡Uy, que duro nos resulta esto!). La salesianidad es un patrimonio de la Iglesia inaugurado por San Francisco de Sales que muchos hombres y mujeres, de toda edad y condición hemos hecho nuestra. San Juan Bosco quiso asumir una parte de dicha riqueza espiritual y la compendió en el nombre de salesianos que nos identifica como sus hijos en el mundo pero también otras Congregaciones y familias religiosas lo han asumido en sus carismas fundacionales.

En Oscar Romero, joven seminarista, descubrimos 5 características de la espiritualidad salesiana:

Vida Espiritual (Estilo de oración, práctica sacramental, devociones preferidas).

Oscar Romero es, desde sus años juveniles de formación sacerdotal un hombre de oración.
De largas ocasiones de oración personal, de profunda y devota oración litúrgica y de frecuente vida sacramental.

Sus devociones fundamentales son: la Eucaristía, la Santísima Virgen María y el Papa (¿te suenan?).

ME ENTRÓ EL GUSANITO DE SER CURA. Me lo metieron en el cuerpo aquellas homilías de Monseñor Romero, que las escuchabas y te encendían. A mí me ponían a todo mil. -Esto de cura es demasiado para vos, ¡para vos que sos un mundano vago! -me decía Chepito-. El que nace pa'maceta no pasa del corredor, hombré. Bueno, pues, me ponía a cavilar. Pero luego escuchaba otra homilía, con aquellas denuncias tan vergonas y me volvía la onda de meterme yo a ser cura.

Para lanzar yo también algún día las grandes palabreadas contra los ricos y contra tanta injusticia y tanto atropello ¡y cambiar todo El Salvador y hacer un país sin ni un solo pobre, pues! Cada homilía que le escuchaba a Monseñor, con aquella su fuerza, me convencía más el hombre. Llegar a ser un cura así, valiente, de ñeque como él, era lo máximo que yo me podía imaginar en el universo mundo. ¡Así que me voy! -¡¿Te vas?! Me fui. Agarré mis tanates y le dije hasta más nunca a la escuela de agricultura dirigida por militares en donde estudiaba becado. Y me metí al seminario. -Al menos probar, pues -les pedí a los padres directores de allí.

Me aceptaron por el entusiasmo y empecé a probar. En la mañana nos tocaba hacer aseo de aquel gran edifición. Nos ponían a barrer con las grandes escobotas y con unos lampazones inmensos y había que sacarle brillo a aquellos corredores largos como vías de tren. Un día iba yo con ese chunchón de lampazo ¡ssssss! para allá, ¡sssss! para acá, para acá, para allá, chaineando el corredor que pasa frente a la capillita en el piso de arriba, y al pasar miré que tan temprano ya había un cura rezando en las primeras bancas. Íngrimo estaba, de rodillas.
Seguí por el corredor, ¡fan! para acá, ¡fan! para allá, y al rato, que ya casi lo tenía pulido, aquel hombre todavía rezando. ¡Y ni se mueve el maje! Agarré para otro corredor y ya le tenía sacado el brillo cuando volví a asomarme a la capilla. ¡Ahí hincado! ¿Y qué hará rezando tanto ese curita, pues? Pasó otro cuarto de hora y comprobé que ahí proseguía. ¿Y qué tanto rezo? ¿Y es que con tanto burumbumbún que hay en este país solo va a ser rezar? ¡Que aprenda ese rezador de Monseñor Romero, que tiene fuego en el corazón y en las palabras y que no anda perdiendo el tiempo! ¿O es que no oyó la canción, que no basta rezar? ¡Pues que oiga las homilías! Yo arrecho con aquel rezador desconocido. Si no sale, me meto ya a lampacear la capilla. Por el aseo y por ver si es que andaba dormido.

Por fin entré. ¡Ssssss! para acá, ¡ssssss! para allá, sacando brillo con el lampazo. Quería pesquisar al tipo para contarles a los demás en el desayuno. Lampazo arriba, lampazo abajo, me fui acercando a aquel totoposte... Lo miré de abajo a arriba: era Monseñor Romero. Ni se movió. Y cuando me salí de la capilla, siguió hincado, rezando. Salí con la masa desinflada y el lampazo al hombro, como una escopeta ya sin pólvora. (Juan José Ramírez) – Piezas para un retrato

Celo apostólico (caridad pastoral, estilo de trabajo, opción por los jóvenes y el pueblo, santificación cotidiana).

Oscar Romero tienen inmensas inquietudes apostólicas, el celo pastoral transmitido de sus formadores en el Colegio Pio Latinoamericano fue tomando forma en su personalidad hasta ser su característica personal como sacerdote, como párroco en Morazán, como Vicario episcopal, párroco de la Catedral diocesana, animador y confesor de Movimientos, grupos y Asociaciones en San Miguel, como Secretario de la Conferencia Episcopal, director del Semanario Orientación y como Obispo de Santiago de María y San Salvador.

Oscar Romero fue conocido y criticado como trabajador incansable en la predicación, la atención sacramental, las misiones apostólicas por pueblos y cantones, el acompañamiento y predicación en grupos y movimientos laicales, la atención a los jóvenes y niños del Seminario Menor y los Colegios, así como la atención caritativa a niños, ancianos, pobres, bolitos, trabajadores del campo, cortadores de café, trabajadoras de los mercados, etc. Al conocer las necesidades de los más pobres el Padre Romero ponía a trabajar los engranajes pastorales a su alcance para atender las necesidades apremiantes de los necesitados.
Los testigos disponibles siempre han dado fe de las múltiples acciones de Oscar Romero como apóstol de la caridad, fiel seguidor de San Francisco de Sales trabajando duro, “¡hasta despozolarse!”.

ERA UN HOMBRE A PUNTO a cualquier hora del día y de la noche. Ahora valoro las cosas. Confesar todo un santo día o toda una chueca noche después de un rosario... ¡Eso quiere paciencia! Y siempre ese esfuerzo, porque en San Francisco había rosario todas las noches, ¡y el padre Romero no perdonaba la homilía en cualquier rosario! Como que no desperdiciaba ocasión. Un día -nos contaba a nosotros los muchachos sacristanes- estaba terminando de confesar... -Padre, ¿y qué me pone de penitencia? -le dice una señora. -¡Que rece cinco pesos! Se había quedado dormido. Trabajaba sin parar, hasta despozolarse. (Raúl Romero) – Piezas para un retrato

Conversión permanente (Momentos fuertes de discernimiento, Amorevollezza, devociones, practicas espirituales).

Oscar Romero reconoce en su personalidad dos defectos dominantes: el mal carácter y una personalidad introvertida, apocada.

Estos defectos dominantes en su personalidad le acompañarán toda la vida, sus diarios y apuntes juveniles así como el diario personal de su época como Arzobispo dan cuenta de ello.



Siguiendo a San Francisco de Sales, Oscar Romero trabajó durante toda la vida su mal carácter haciendo esfuerzos ascéticos y espirituales para ser amable, especialmente con sus hermanos sacerdotes y sus colaboradores con quienes solía tener arranques de enojo e impaciencia.

No siempre lo logró, abundan también los testimonios de sus reacciones toscas, malhumoradas, hasta groseras y coléricas, sin embargo, sus escritos dan fe del intenso y continuo esfuerzo que tuvo “por ser amable como Cristo Buen Pastor”.







Para esto, Oscar Romero pone en práctica 3 herramientas de conversión permanente:

  1. Revisión de vida y confesión frecuente una vez al mes (¿te suena?).
  2. La práctica de la penitencia cotidiana: cumplir bien con los deberes del propio oficio (trabajo y oración) y no quejarse de las contradicciones con los demás (¿te suena?).
  3. La práctica anual de los Ejercicios Espirituales: nunca dejó de hacerlos, ni como sacerdote ni como Obispo (Don Bosco lo recomendaba con insistencia).

HIZO UNA CALOR QUE NO MERMABA NI TANTITO. Y fue en el gran calorón de aquel día que le tocó a Monseñor Romero una de sus primeras giras por el lado nuestro. Llegó a visitar ocho cantones de Aguilares. No era de vehículo por allí, no entraban. Era de caminar. Y el obispo se cansó bien recansado de ir de arriba para abajo y de abajo para arriba. Hasta catarroso se puso por las polvazones y al final estaba inquieto y pringado de sudor. Pero nosotros le teníamos una sorpresa, para que agarrara algún alivio.

-Le preparamos atol de elote, Monseñor. ¿Va a querer una probadita?

-No, ¡lo único que yo quiero es irme de aquí!

Y se fue. Dijo que quería regresarse cuanto antes a San Salvador. Y hasta con enojo lo dijo. En las manos se nos quedó el atol y algotras cosas que teníamos para ofrecerle. De la desilusión, hasta las lágrimas nos caiban por las caras a mí y a mi comadre. Nos contaron después que en llegando a la capital se dio cuenta de que se había portado mal y hasta pena le dio el rechazo que nos hizo.
Un día regresó por nuestros cantones y tanto había meditado ya en su error, que nos pidió perdón.

-Ahí me disculpan, yo no conocía tanta pobreza, no estaba acostumbrado.
Ese día sí nos aceptó una buena guacalada de atol. (Rosa Alonso) – Piezas para un retrato

Espíritu de familia (estilo de relación – vida comunitaria).

Contrario a la costumbre de muchos sacerdotes diocesanos Oscar Romero tuvo, desde sus años de seminarista, un gran aprecio por la vida comunitaria, a eso le llamamos “vida de comunidad”. El hizo comunidad durante su vida sacerdotal en San Miguel y en San Salvador, hizo vida comunitaria con las religiosas del Hospital Divina Providencia y comunidad de trabajo con sacerdotes, laicos y colaboradores del Arzobispado. Sus biógrafos nos revelan como los episodios de crisis que vive coinciden con las etapas de trabajo solitario e individualista. Siendo Obispo, hizo el inmenso esfuerzo personal de relacionarse cordialmente con quienes le buscaban para consejo o para darle informaciones o solicitarle denuncias.

QUE TODOS SE SINTIERAN COMO EN FAMILIA, ese empeño tenía. En eso era temático. Un día le pidió a una señora que trabajaba en tapicería que le forrara unos muebles que había en las salita del arzobispado. Y el día en que le trajeron el sofá y los butacos, a pesar de los problemas en que estaba metido, a todo el que aparecía por allí se lo llevaba hasta la salita. -Venga, venga a ver cómo nos dejaron los muebles. Así estuvo toda la mañana, organizando el desfile. Recuerdo que les mandó a poner una tela rayadita, café, naranja, discreta pero bonita. -Quedaron galanes, ¿verdad? Así esto parece más casa. Y con todo el que entraba la misma alegría. (Coralia Godoy) – Piezas para un retrato

Identidad cristiana y sacerdotal (Salesianos en el mundo, Cristianos llamados, Promesa personal)

Oscar Romero tuvo una clara identidad cristiana y sacerdotal, la vivió con amor, pasión y sacrificio. San Francisco de Sales enseñaba que la vida evangélica de cada persona debe ser vivida apasionadamente desde su estado de vida, desde su vocación: “- Por eso no es lo mismo la vocación de un soldado, de un monje o de un párroco, de un campesino o de un comerciante aunque una sola sea la llamada a la santidad”.

Oscar Romero deseo ser sacerdote y lo vivió con pasión y alegría, la Iglesia lo llamo al servicio como Obispo y Dios le concedió la doble gracia del sacerdocio y del martirio, en estas tres dimensiones Oscar Arnulfo Romero es modelo de autenticidad en su identidad para que los laicos vivamos con pasión nuestra identidad secular, los clérigos su ministerio sacerdotal y los consagrados su identidad escatológica.

Para finalizar: la salesianidad de Oscar Arnulfo Romero se refleja en su estilo de vida y de acción, es un seguidor de San Francisco de Sales en las variadas facetas de este carisma originario. ERA

GUERRA. A partir de la misa única había empezado la guerra abierta de la oligarquía contra él. Le sacaban campos pagados en los periódicos, con calumnias, con burlas, con ofensas. En ésas fue que dispusimos hacerle una visita oficial.

-¿Y qué les hace venir? -nos saludó.

Le sorprendió que llegaran a verlo unos evangélicos. Tal vez era primera ocasión. Fuimos un buen grupo, el pastor y el cuerpo de diáconos con sus esposas, en representación de una pequeña Iglesia bautista, la Iglesia Emmanuel. Le explicamos el aprecio que teníamos por su labor, le contamos que teníamos buenos amigos entre los curas católicos. Cuando nos íbamos, el más viejo de nosotros, el pastor fundador de la Emmanuel, Heriberto Pérez, con una formación de ésas de profundo anticatolicismo, quiso que nos despidiéramos con una oración en común.

-Agradezco al Señor haber conocido a un hombre de Dios -oró Heriberto.

Estaba muy impresionado con Monseñor y expresaba el sentir de todos.

-¡Están volviendo al poder de las tinieblas! -nos dijeron otros evangélicos bautistas al saber de esta visita. Nos era enrostrado ese sentimiento anticatólico tan arraigado en la sangre protestante. Pero nosotros, tranquilos. A los días, Monseñor Romero contó sobre aquel encuentro por la radio y habló de nosotros llamándonos "hermanos separados".

Era el lenguaje habitual de la Iglesia católica en aquellos tiempos.

Encuentros así se fueron haciendo costumbre y una vez que volvimos a visitarlo, Heriberto le reclamó: -Usted habló de nosotros, pero de un modo que no nos gusta. Porque nosotros nos sentimos hermanos, pero no separados. Monseñor se quedó pensativo unos instantes, -hagamos un trato -nos propuso-. Ustedes no me llamen más Monseñor sino hermano y yo no les vuelvo a decir "hermanos separados".

-¡Trato hecho!

Y desde aquel día él nos llamó a nosotros "los hermanos de la Emmanuel" y nosotros a él, "el hermano Romero". (Miguel Tomás) – Piezas para un retrato

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